jueves, 24 de febrero de 2011

Educomunicar para la ciudadanía en la convivencia social democrática





«…una educación para la democracia 
es una capacitación de los alumnos
para transformar 
las relaciones sociales»[1]


Claudio Arévalos Coronel


En el marco del Proyecto Bicentenario Paraguayo (1811-2011) “Buenos Cristianos/Honrados Ciudadanos”, nos proponemos, como educadores salesianos, reflexionar sobre la educación para la ciudadanía en la convivencia democrática cotidiana,[2] de modo a «crear conciencia y compromiso en relación a una ciudadanía activa y crítica en todos los estamentos de nuestras comunidades educativas».[3] Para una clara comprensión, ante todo, debemos en primer lugar delimitar conceptualmente qué entendemos por “ciudadanía”, para luego, ver cómo se integra el tema con el ideal de la vida democrática en el ambiente educativo escolar.

Por ciudadanía, en la concepción griega, se entiende la “participación” en los asuntos públicos de una “polis” (ciudad), mientras para la mentalidad romana, significa la posesión de unos “derechos y deberes” que deben ser garantizados a los miembros de una colectividad. Por tanto, ciudadanía es la relación social que vincula entre sí a los miembros de una comunidad que se manifiesta mediante la participación en los asuntos comunes y en la pertenencia a una determinada comunidad, donde los individuos tienen una serie de derechos y deberes que deben ser respetados. Ciudadano/a es aquel/la a quien se reconoce un set de derechos y deberes que deben ser protegidos y garantizados en igualdad de condición, de trato, de oportunidad, de participación y de acceso a los bienes culturales, educativos, económicos, sociales, políticos, etc.

Podemos decir que la educación para la ciudadanía pretende la construcción de redes de participación social, de implicación, de acción en común y de convivencia democrática. De esta proposición podemos extraer algunos interrogantes que nos ayudarán a dar forma y contenido a nuestra reflexión: ¿Cuál es el modelo de educación/comunicación que favorece el ejercicio de una ciudadanía activa? ¿Qué modelo de ciudadano estamos comprometidos a construir? ¿Cómo se materializa la vida democrática en el ambiente educativo escolar? ¿De qué manera la institución educativa puede promover la responsabilidad y la participación activa de los educandos como preparación efectiva para la participación ciudadana?
                       
Finalidad de la educación en y para la ciudadanía

La educación para la ciudadanía debe capacitar a los educandos para que sean ciudadanos competentes para la convivencia humana y la participación responsable en la construcción de una sociedad democrática, justa y solidaria, es decir, debe garantizar un set de conocimientos, habilidades, valores y actitudes necesarias para que ellos puedan implicarse y participar, con conciencia cívica y comunitaria, en una sociedad abierta, plural e igualitaria. En este contexto es preciso preguntarnos acerca del “rol” que debe desempeñar la institución educativa y los educadores, en la formación de los jóvenes ciudadanos, desde la tarea que realizan en el aula. La educación “en” y “para” la ciudadanía, “en” y “desde” el ambiente educativo escolar, debe fundamentalmente tender, en primer lugar, a la adquisición de las competencias sociales y personales necesarias para participar activamente en la vida democrática de la sociedad, y por otra parte, debe reforzar la cohesión social, el sentido de pertenencia a la comunidad territorial, nacional, global/local.

La educación dialógica como laboratorio de la vida democrática

Debemos saber que la educación es el mejor instrumento para fomentar hábitos democráticos entre los ciudadanos, pero, no todos los modelos educativos facilitan el logro de este objetivo, ya que el mismo sistema educativo puede ser instrumento coercitivo, al servicio del interés político, ideológico y económico, para mantener el status quo. Una educación que, privilegia el proceso participativo (no los contenidos ni los resultados), el diálogo auténtico,[4] el encuentro, la comprensión interpersonal, la relación y la interacción intersubjetiva, la libre auto-expresión personal, la cooperación y la colaboración en sinergia, se convierte en un óptimo “laboratorio de formación para la vida democrática”.

La Educomunicación, propuesta socioeducativa eminentemente plural, procesual y discursiva, es el nuevo paradigma pedagógico más adecuado para promover la ciudadanía activa, ya que favorece, la escucha activa, la relación asertiva serena y afectivamente madura, el ejercicio del diálogo para la comprensión y aceptación del otro, la consideración del alumno como un interlocutor activo, la vivencia del aprendizaje como un proceso de construcción social cooperativo o un inter-aprendizaje y el uso de las nuevas tecnologías como mediación cultural para la construcción del self, del conocimiento y la expresión personal.

Ciudadanos activos, efectivos y responsables

Una escuela viva de ciudadanía es aquella que educa en el “diálogo participativo”, y no sólo “instruye estudiantes”, sino más bien “forma ciudadanos” para un determinado modelo de sociedad democrática, plural y participativa. Resulta evidente, por tanto, que nuestras prácticas y experiencias educativas deben ser democráticas, respetuosa de la diversidad y esencialmente participativa. La metodología activa, constructiva y cooperativa, en el proceso de aprendizaje, es el soporte epistemológico de la Educomunicación participativa en el aula, y es la que favorece la construcción de una identidad relacional. Un ciudadano activo, efectivo y responsable sólo podrá surgir en un contexto relacional de reciprocidad y de comunicación participativa.

La practica de la comunicación participativa en el aula

Cuando hablamos de ciudadanía activa no debemos limitar ésta sólo al ejercicio del acto de votar, esta seria una forma “mínima”[5] de ejercer la ciudadanía. La ciudadanía activa se materializa en la comunicación participativa. La participación, además de ser un derecho democrático básico, es una necesidad fundamental del ser humano y como tal no puede ser considerada como algo marginal en la experiencia educativa. La comunicación participativa se materializa en el diálogo, que no se reduce a la “mera conversación”, sino básicamente «significa colocarse en lugar del otro para comprender su punto de vista, respetar la opinión ajena, aceptar la victoria de la mayoría, comunicar las experiencias vividas, compartir la información disponible, tolerar largas discusiones para llegar a un consenso satisfactorio para todos».[6] Cuando hablamos de democracia en las instituciones educativas nos estamos refiriendo concretamente a la libertad de expresión, el respeto por la identidad de los otros, la toma de decisiones en forma colectiva y consensuada, el respeto y la práctica de las normas de convivencia que regulan la convivencia social, etc.

                        Para el aprendizaje de la ciudadanía en el aula

Para educomunicar “en” y “para” la ciudadanía activa en la convivencia democrática “en” y “desde” el ambiente educativo escolar: «Es necesario democratizar los procesos de comunicación presentes en la labor educativa, con el firme propósito de favorecer siempre la participación como camino real y posible para crear comunión de personas libres y responsables»[7]Para mejorar nuestras prácticas educomunicativas, en el ambiente escolar, reflexionemos sobre los siguientes puntos:

1-    ¿Favorezco en el proceso de aprendizaje la competencia expresiva de los alumnos? Ya que ser ciudadano supone el derecho y la capacidad de decir lo que se piensa y se siente, o más bien ¿Reprimo normalmente el pensamiento y la opinión divergente?
2-    ¿La metodología que normalmente uso, en el proceso de aprendizaje, favorece el diálogo, la participación activa, creativa y critica de los alumnos, o me dedico solamente a transferir informaciones de manera unidireccional o vertical?
3-    ¿En mi práctica educativa invierto mayor tiempo en la transferencia de contenidos e informaciones, en la búsqueda de resultados inmediatos o doy importancia al proceso de discusión, de confrontación, de búsqueda de consenso y de toma de decisiones compartidas y negociadas?

Valores de la educación en y para la ciudadanía

Una escuela que educomunica “en” y “para” la ciudadanía activa, efectiva y responsable en la convivencia democrática debe promover:
-       Protagonismo, participación e interacción en el proceso formativo.
-       Integración del pensamiento lineal con la inteligencia distribuida, compartida, relacional, social, emocional, creativa, conectiva e hipertextual.
-       Libertad de expresión del pensamiento, la opinión, el sentimiento y la emoción.
-       Sentido de pertenencia, cooperación constructiva y radicación local. 


[1] Escámez J.-R. Gil (2002), La educación de la ciudadanía, Madrid, CCS-ICCE, p. 24
[2] La educación para la ciudadanía, en el ambiente educativo escolar, puede ser tratada desde tres perspectivas, como «materia propia, integrada en el currículo o como elemento transversal» (Bisquerra R. (2008), Educación para la ciudadanía y convivencia, Madrid, W. Kluwer, p. 38). Me identifico con el tercer paradigma.
[3] Proyecto Bicentenario (2011), Buenos cristianos y honrados ciudadanos, Paraguay, ESP, p. 7.
[4] Freire P. (2004), La educación como práctica de la libertad, Argentina, Siglo XXI, p. 85.
[5] La «ciudadanía mínima se aplica a los ciudadanos legales que votan en las elecciones locales y nacionales» (Soriano E. (2008), Educar para la ciudadanía intercultural y democrática, Madrid, La Muralla, p. 122).
[6] Bordenave J. (1985), Participación y Sociedad, Buenos Aires, Búsqueda, p. 47
[7] Cuevas S., Salesianos: Comunicación y Educación, Madrid, CCS, 1989, p. 34.

domingo, 20 de febrero de 2011

LA INDECENCIA ES...


INDECENTE:  es que el salario mínimo de un trabajador sea de Gs.1.508.000 y el de un Congresista Gs.33.996.000 pudiendo llegar a  Gs. 38.500.000 con diversos incrementos que se auto-asignan. 




INDECENTE: es que un profesor, un maestro, un catedrático de universidad o un cirujano de Salud Pública ganen menos que el concejal de un municipio de tercera.



INDECENTE: es que los "representantes del pueblo"  se aumentan sus retribuciones en el porcentaje que ellos mismos deciden al inicio de cada legislatura.



INDECENTE: es que un ciudadano comun y corriente tenga que cotizar 35 años y tener 62 para jubilarse y a los diputados les baste  sólo con siete años de aportes. Y que los miembros del gobierno, para cobrar la jubilacion máxima, sólo necesiten  jurar al cargo.



INDECENTE: es que los Congresistas sean los únicos trabajadores (¿?) de este país  que están exentos de tributar un tercio de su sueldo.

 

INDECENTE: es colocar en la Administración a miles de "Asesores" y "Suplentes" (léase amigotes  con sueldos que ya desearían los técnicos más calificados.)

 

INDECENTES: son las sumas millonarias destinadas a sostener a los partidos, aprobados  por los  mismos políticos que viven de ellos.

 

INDECENTE: es que a un político no se le exija superar una mínima prueba de idoneidad para  ejercer su cargo (ni cultural, ni intelectual). Sólo basta estar en la Bancada Mayoritaria y patrocinado por dineros sucios!

 

INDECENTE: es el costo que representa para los ciudadanos sus viáticos, viajes (siempre en primera clase), comidas, comunicaciones, guardaespaldas, escoltas, autos (blindados) último modelo, tarjetas de crédito etc. etc. y se le niegue a la clase trabajadora un Salario Mínimo que le permita vivir dignamente.

 

INDECENTE: es que  "sus señorías" tengan seis meses de vacaciones al año.

 

INDECENTE: es que ministros,  secretarios de estado y otros personajes con altos cargos politicos  cuando cesan, son los únicos ciudadanos de este país que pueden legalmente  percibir dos salarios del TESORO PÚBLICO.

 INDECENTE: es que el dinero de las  REGALIAS, destinado al desarrollo de las regiones y promoción de proyectos orientados a los compatriotas más pobres, se quede en las manos  de  Gobernadores e Intendentes y todos los incondicionales que los rodean.
 Y asi seguirá mientras no se cambie la Constitucion Nacional. Pero... quiénes cambiarán? Ellos mismos? Nunca!  Imposible si seguimos votando por ellos, permitiéndoles conformar las mayorias parlamentarias y obtener los demás cargos electivos.

NUNCA MAS! NUESTROS VOTOS A QUIENES DESDE EL PODER POLITICO Y ECONOMICO SOLO PIENSAN EN SI MISMOS,  ETERNIZANDO LA DESIGUALDAD Y LA MISERIA.  

QUE NO SE ROMPA ESTA CADENA...


SÓLO  NOSOTROS PODEMOS PONERLE REMEDIO A ESTAS ABERRACIONES.


EL CORTAR ESTA CADENA SÍ QUE TRAERÁ MÁS AÑOS DE  MALA SUERTE PARA LA GRAN MAYORIA DE LOS PARAGUAYOS.

Está en juego nuestro futuro y el de nuestros hijos. Como ciudadanos concientes y participativos: indignémonos ante las injusticias, exigiendo, denunciando y movilizándonos por nuestros derechos, por el fin de todas las injusticias, contra la corrupción y el prebendarismo.

Por una sociedad más justa y solidaria: Sin ciudadanos DE PRIMERA y ciudadanos DE QUINTA! 

TODOS LOS PARAGUAYOS TENEMOS DERECHO A UNA VIDA DIGNA, A UNA EXISTENCIA PLENA EN NUESTRO SUELO GUARANI! 


sábado, 5 de febrero de 2011

La comunità come cammino verso l’incontro di comunione


Per vivere un progetto comunitario ci vuole prenderle, prima di tutto, come un “progetto”, cioè, come qualcosa che si va costruendo giorno dopo giorno e per fare questo ci vuole anche, avanzare verso l’incontro di comunione. La vita di comunità consiste quindi nel camminare in discernimento verso l’incontro de comunione.

Cosa si intende per incontro di comunione?

Per rispondere questa domanda dobbiamo prima chiarire cosa intendiamo per comunione? Essa non consiste nella “fusione” di due in uno, in modo da far sparire le differenze. Se spariscono le differenze, se sparisce il conflitto, è segno che uno è riuscito ad imporsi sull’altro. La comunione è credibile soltanto quando integra un certo livello di conflitto e riesce a coabitare con questo. Ogni apologia della comunione che non integri il conflitto è ideologica e, pertanto, nasconde qualche forma di manipolazione.

La comunione non consiste neanche nell’identificarsi con l’altro a tal punto di far sparire ogni ombra di solitudine, di discrepanza, di oblio o di indifferenza. La comunità non è né la fidanzata, l’amante, né la sposa. Il desiderio di fusione è un sogno che sboccia in continuazione nel cuore umano, dal quale veniamo svegliati dagli inevitabili screzi nei nostri rapporti con gli altri. La terra promessa della comunione non si conquista se non procedendo in questo spinoso deserto del conflitto.

La comunione è piuttosto quell’incontro che si verifica quando due persone entrano in sintonia a livelli esistenziali e affettivi di fondo. La comune-unione avviene in quel centro personale che ci definisce e ci costituisce in modo radicale e che, per questo, ha il potere di relativizzare le nostre differenze, anche se non arriva ad annullarle del tutto. Affinché si raggiunga l’incontro di comunione, occorre che la persona esca da sé, distolga l’attenzione dal proprio narcisismo e coincida con l’altro su qualche suo interesse vitale. Quando due persone non sono più concentrate su di sé per concentrarsi su Dio, si aprono insospettate possibilità di coesione e di incontro, capaci di salvare le differenze maggiori. Condividere la chiamata di Dio non annulla le differenze di carattere, di gusti, di sensibilità…neppure le differenze tra i modi d’intendere Dio. Ma quel Dio ha il potere di darci progressivamente coesione e di avvicinarci nell’amore di carità, nonostante le nostre differenze di sensibilità, di cultura, di idee…fino a farci arrivare ad accettarci e amarci sinceramente nella differenza.

La comunione cresce in modo dialettico tra i poli autonomia/interdipendenza. La grandezza e, allo stesso tempo, la difficoltà della comunità cristiana e religiosa sta nel fatto che la difesa della pluralità e della diversità è importante quanto l’affermazione della comunione (1 Cor. 12, 4-11).

Non vi è comunità né comunione senza riconoscimento delle differenze. Le condizioni per una vera comunione sono l’autenticità di ognuno nei confronti della propria verità, la comunicazione della propria interiorità, il rispetto dell’identità altrui e la sintonia negli interessi vitali. La comunione non può mai venire imposta dall’esterno. Essa fiorisce quando ogni persona vi partecipa in modo pulito, e si avvia, in autenticità di vocazione, verso l’incontro dell’altro.

Il meglio di me non si manifesta in me o in te, ma in quello spazio che creiamo, tu e io, quando si mettiamo a costruire insieme la comunione mediante il discernimento (non nell’imposizione), verso i nostri interessi vitali comuni. Come dice Martin Buber, l’essenziale della vita non accade in me o in te, ma in quello spazio che siamo capaci di creare tra tutti e due quando entriamo in relazioni vive.

Lo spirito non è nell’IO, ma tra Me e Te. Non è come il sangue che circola dentro di te, ma come l’aria che respiri […] Soltanto a causa del suo potere di relazionarsi, l’uomo è capace di vivere nello spirito (Buber, 2004, p. 77).

In questo cammino verso la comunione non si avanza se non dando il meglio di se stessi e condividendo livelli della propria interiorità, come condizione per conciliare le tese bipolarità dell’esistenza umana condivisa. Si può creare comunione soltanto se si condivide l’interiorità. 


Così ci educhiamo a:

- vivere sempre più “per gli altri” che “per noi”,
- armonizzare la dialettica tra l’aspetto personale e quello comunitario,
- vivere l’autonomia e l’esperienza di appartenenza come qualcosa di culminante,
- acquisire sempre più libertà e amore per affrontare i conflitti, potenziando così la crescita de la fraternità
- accettare le differenze come qualcosa di costitutivo di ogni vita in comunità
- accettare l’altro così com’è e a dargli tempo affinché possa crescere in libertà
- scoprire che ognuno può essere causa de allegria o di sofferenza per i propri fratelli, e che ciò, in parte dipende da lui.

La crescita personale consiste nel risvegliare processi di trasformazione interiore, a partire da necessità sentite e da motivazioni proprie (personalizzazione). Ogni processo credente di personalizzazione si deve sviluppare verso l’incontro di comunione con l’altro, verso l’integrazione in una comunità concreta e verso il senso di appartenenza. Chi non avanza verso una maggiore integrazione comunitaria e verso un senso de appartenenza maggiore, non avanza nel processo di personalizzazione. Chi invece socializza troppo all’interno del gruppo rischia di perdere la propria identità e la propria autonomia.

L’amore, che ciò che personalizza di più, è un incontro con l’altro in libertà.

Referenze bibliografiche

Buber M. (2004), Il principio dialogico e altri saggi, Milano, San Paolo.
Buber M. (2005), Yo y Tù, Madrid, Caparros.
Ilarduia J. P. (2007), Il progetto comunitario. Cammino d’incontro e comunione, Bologna, EDB.