Para educomunicar para la ciudadanía activa, mediante la convivencia social democrática y participativa en el ambiente educativo escolar, se requieren ciertas competencias comunicativas a nivel institucional y a nivel de «talentos humanos»,[1] es decir, en cuanto a los actores directos de la gestión institucional. En este artículo nos ocupamos directamente de la competencia comunicativa institucional, evidentemente ésta no se logra a comprender separadamente de las competencias comunicativas personales. En concreto, para educomunicar para la ciudadanía activa, ante todo, se debe construir y animar una Escuela ciudadana, o sea, una Escuela inserta, radicada, comprometida y partícipe en el territorio local donde desarrolla su misión educativa.
Construir y animar una Escuela ciudadana
Una Escuela ciudadana es aquella que considera el contexto sociopolítico, cultural y ecológico como “lugar” de mediación e intervención por excelencia de la experiencia formativa. El territorio y la localidad de la convivencia social constituye la “mediación cultural” irrenunciable, por el hecho mismo que la experiencia humana es una realidad radicada o situada en una historia y cultura concreta. Hablar de mediación cultural es posicionarse en un paradigma comunicativo totalmente distinto al modelo mecanicista, funcional e informacional de la acción educativa. Construir, animar y gestionar una Escuela ciudadana implica la promoción de la comunicación participativa en el ambiente educativo.
La localidad como lugar desde donde construir la ciudadanía
El ejercicio de la comunicación participativa en la Escuela y en el entorno sociopolítico local es una de las condiciones para posicionar la intervención educomunicativa en clave de mediación social. Este proceso de participación ciudadana emerge a causa del peligro que el ambiente educativo se convierta en un «no-lugar».[2] Cuando hablamos del “no-lugar” en el ambiente escolar nos referimos concretamente a la ausencia del arraigo social, la nula implicación y pertenencia al territorio, debido a que el ambiente educativo es más bien un espacio de cruces, de flujos, de movilidad e inconstancia, de escurrimiento y de “relaciones fluidas” de poca duración. En este contexto emerge la necesidad de construir la comunidad escolar «como lugar y como espacio en el que aprender a ser ciudadano»[3] con profunda sensibilidad social, de modo a intervenir en los problemas sociales, políticos y ambientales.
El debilitamiento de la participación social en las acciones comunes a favor del sector más carenciado debe suscitar un renovado empeño por reconstruir el sentido social de la formación humana desde el ambiente escolar, dando calidad y densidad a los momentos de encuentros, de convivencia y de relaciones sociales en la experiencia de la comunión, de modo a responder educomunicativamente a «la fragilidad, la vulnerabilidad, la transitoriedad y la precariedad de los vínculos y redes humanos».[4] Una reforma educativa debe empezar, ante todo, por re-significar el lugar o el ambiente social comunicativo para que la experiencia del aprendizaje sea significativa en la vida de los educandos. El ambiente o lugar del aprendizaje resulta significativo cuando se favorece la participación activa, la expresión creativa y cuando existe el sentido del “nosotros” en la convivencia comunitaria.
Remediar la escuela en el contexto sociocultural glocal
En el concepto de «remediation»[5] encontramos la clave para efectuar la “reforma comunicativa” del sistema educativo escolar, y de esa forma, conseguir remodelar o reposicionar la escuela en el nuevo entorno cultural global/local. En el nuevo contexto cultural eminentemente interactivo y multimedial existe una certeza pedagógica, se trata de la convicción de que ningún “médium” puede actuar independientemente en la construcción y producción de los significados culturales. Remediar la Escuela significa sustituir de manera definitiva el modelo unidireccional, de tipo top-down, por un modelo más interactivo y participativo de la acción educativa.
Si pretendemos que nuestra Escuela sea significativa, en el contexto cultural contemporáneo, debe necesariamente “remediarse”, es decir, se debe dejar interpelar por las nuevas tecnologías interactivas en su manera de construir el conocimiento, en su forma de producción y gestión de la información. Además, la Escuela debe reposicionarse, en el contexto sociopolítico y en el ecosistema comunicativo, definiendo estrategias de integración y de cooperación, y no de competición o de oposición, con las nuevas agencias mediáticas de socialización.
Remediar la Escuela quiere decir en concreto renovar el paradigma comunicativo de la acción educativa y de la gestión institucional, de modo a responder al desafío de «formar ciudadanos y no solo alumnos»[6] que participen de manera activa, responsable y participativa en su entorno social.
Sugerencias para la reflexión
Si deseamos que nuestra institución educativa sea realmente una Escuela ciudadana debemos esforzarnos de que esa se inserte en el territorio local, se integre en el ecosistema comunicativo cultural, se involucre y participe en el proceso de construcción social de la realidad. Por tanto, debemos plantearnos:
1- ¿De qué manera la realidad sociopolítica nacional está presente en el interior de la Escuela, y de qué manera la Escuela ayuda a interpretar correctamente las problemáticas sociales, identificando las causas reales de las situaciones de pobreza y marginalidad?
2- ¿Cuáles son las instancias de encuentro, de ayuda, de cooperación y de integración que la Escuela establece con las demás agencias de socialización?
3- ¿El tema de la inclusión social se reduce sólo en la aceptación acrítica de las nuevas formas de representación y expresión juvenil?
4- ¿Cuáles son los indicadores sociopolíticos, culturales y ecológicos que demuestran que nuestra institución educativa es verdaderamente una Escuela ciudadana?
[1] Fuentes Martínez S. (2006), Comunicación para la gestión del cambio, en AA.VV, Comunicación organizacional. Cultura y gestión para el cambio, Ecuador, CIESPAL, p. 46. Preferimos usar éste término en cambio de “recursos humanos”, debido a que en esta perspectiva el factor humano es considerado como sujetos creativos, proactivos y protagonistas corresponsables de la misión educomunicativa.
[2] Augé M. (2008), Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Barcelona, Gedisa, p. 40. Los no-lugares «se trata de espacios en los que no se puede establecer ningún tipo de relación social […] no están caracterizados por la comunicación». Augé M. (2007), Por una antropología de la movilidad, Barcelona, Gedisa, p. 32.
[3] Martínez M.-C. Bujons (2001), Un lugar llamado escuela. En la sociedad de la información y de la diversidad, Barcelona, Ariel, p. 11.
[5] Entendemos la remediación como el «proceso cómo un médium remodela los otros medios precedentes» [...], o «la representación de un médium al interno de otro» Bolter J.-R. Grusin (2003), Remediation. Competizione e integrazione tra media vecchi e nuovi, Milano, Guerini Studio, pp. 44; 73. En este sentido las nuevas agencias mediáticas ayudan a reposicionar a la misma escuela en el nuevo ecosistema comunicativo.